Hay una fábula de dos ranas que cayeron en un cántaro de leche. Una de ellas comenzó a sentirse sofocada, y se dijo a sí misma: «Yo no puedo respirar aquí, y tampoco ruedo salir porque los lados son muy altos. Me voy a morir».
Y efectivamente, murió. La otra rana también tenía dificultades para respirar, pero con toda decisión comenzó a moverse y agitarse, hasta que la leche se convirtió en manteca. Entonces, sentándose sobre esa base firme, pudo respirar mejor, y de un salto se libró de su prisión. ¿No caemos nosotros también con frecuencia en situaciones de estrechez y de angustia? En tal caso la reacción humana suele ser como la de las ranas. O nos damos por vencidos; o hacemos algo para salir del pozo donde nos encontramos. Por nuestra forma habitual de reaccionar frente a los problemas, ¿a cuál de las dos ranas nos parecemos? Cuántos se asemejan a la rana pesimista que, sin ánimo de lucha, se dejó vencer y se murió. ¿No ha visto usted a personas que frente al primer problema que se les presenta, lo ven todo negro y se preparan para fracasar? ¿No conoce a gente que después de un primer tropiezo ya se sienten fracasados por el resto de su vida? ¿O no recuerda usted a algún enfermo que, creyéndose víctima de una dolencia incurable, haya renunciado a la vida y dicho: «Déjenme morir»? Todas estas, y muchas otras parecidas, son formas de abandonar la lucha o de salir perdedores en ella. En cambio, el que no se deja aplastar, el que aun sin ver claro el horizonte "hace algo por lo menos para salir a flote, este tiene las mejores posibilidades de ganar. Su mismo ánimo, su constancia, su valor y su fe le ayudan a sobreponerse a cualquier contrariedad, no importa de qué índole sea. Es así precisamente como actúa el cristiano, porque recuerda que para toda necesidad puede encontrar en Dios una ayuda poderosa. Así se torna cierto aquello de que Dios "escribe derecho sobre líneas torcidas"». Sí, la Providencia puede tornar derecho el camino tortuoso, iluminarlo si está oscuro, o allanarlo si tiene obstáculos. Dios sabe realmente escribir derecho, si tan sólo permitimos que en medio de nuestro transitar zigzagueante él enderece nuestro espíritu y aumente nuestra fe. Depender de él y pedir su dirección, quizá no nos veamos libres de problemas, pero sí encontraremos con cada problema la solución oportuna para triunfar.