Tiempo atrás, en una oficina, encontré a un empleado que me dijo: «Vivo lleno de problemas. Estoy nervioso todo el tiempo. Llego a mi casa cansado, y por la noche no puedo dormir».
Este es el drama que viven muchísimos hombres y mujeres. Tan aturdidos por sus cargas, que podrían exclamar: «Los árboles no me dejan ver el bosque». Es decir, los mismos problemas que los envuelven no les permiten ver claramente en qué consisten y cómo se pueden resolver. Reconozcamos que la vida se nos torna agobiante o agradable según sea nuestra propia actitud mental. Si nos espaciamos en los inconvenientes y en los pequeños reveces de cada día, podemos pensar que todo se nos hace insoportable. Pero si restamos importancia a esas minucias, y aprendemos a valorar y utilizar lo positivo, podremos comprobar que la vida puede simplificarse bastante y hacerse más llevadera. Muchos se ahogan en un vaso de agua porque magnifican sus males, o bien porque tienen un espíritu tan pequeño que les cabe dentro del vaso, y allí se quedan sin poder respirar. ¿Cómo reacciona usted frente a los problemas? ¿Se asusta, se queja, se queda inmóvil, sabe encararlos con valor? Dios no desea que ninguno de sus hijos viva aplastado bajo peso de sus cargas. El quiere que usted y yo gocemos de bienestar y de alegría. Además, Dios puede darnos resistencia, nerviosa y equilibrio mental, para que sepamos cómo enfrentar cada contrariedad. Él puede darnos la sabiduría necesaria para que sepamos ahuyentar los problemas antes de que nos sobrevengan.